Los niveles socioeconómicos y la alimentación en la adolescencia
Abstract
En nuestro país, la situación nutricional de la población en general, y la de niños y adolescentes en particular, es un tema preocupante. Son varios los investigadores que han llevado a cabo estudios exhaustivos en distintas regiones e instituciones del país para dar a conocer esta realidad y nos alertan sobre los graves problemas de salud ocasionados por una alimentación deficiente e inadecuada (Britos, 2009 y Aguirre, 2010). Si se analiza el consumo alimentario de hogares con diferentes niveles sociales, es posible establecer una relación importante entre el tipo de alimentación y el consiguiente estado nutricional, por un lado, y las estrategias domésticas de consumo que se llevan a cabo (Aguirre, 2010). La accesibilidad y disponibilidad de los alimentos, los diferentes canales elegidos por la población para abastecerse de los mismos a la hora de realizar sus compras, la selección y variedad de lo que consumen, muestran que los hábitos culturales, las características demográficas y el nivel socioeconómico influyen en las tendencias de consumo (Berges y Casellas, 2001). Los nutricionistas tienen los conocimientos y las herramientas para analizar y operar en su ambiente, como así también, la posibilidad de investigar la realidad nutricional de su entorno para contribuir, mediante el esclarecimiento y la educación alimentaria al desarrollo de niños y adolescentes sanos, a través de la adquisición conocimientos y hábitos alimentarios básicos para el cuidado, la defensa y la promoción de la salud individual y colectiva. A fines de la década del ´90, el CESNI (Centro de Estudios sobre Nutrición infantil), publicó un trabajo basado en la información y datos obtenidos a través de sus propias encuestas alimentarias, de la encuesta permanente de hogares del INDEC (1994) y de la encuesta antropométrica realizada por el Ministerio de Salud de la Nación en 1996. Si se tienen en cuenta el deterioro del poder adquisitivo que ha tenido lugar en nuestro país en las últimas décadas, como consecuencia de las reiteradas crisis políticas y económicas, y la falta de medidas gubernamentales eficaces para resolver el problema nutricional, se advierte un cambio importante en el consumo de alimentos y en la composición de la canasta básica familiar. El aumento constante de precios, en el marco de un intenso proceso inflacionario durante las últimas décadas, ha afectado mucho más a los alimentos básicos que consumen los sectores más carenciados que a los precios de otros bienes menos indispensables. En oposición a ésto, en años anteriores, los sectores sociales de menor poder adquisitivo podían tener acceso a una alimentación relativamente balanceada porque sus ingresos, aunque bajos, les permitían adquirir alimentos baratos para disponer de una canasta de consumo aceptable (Aguirre, 2010). Aunque se sabe que la alimentación ocupa un lugar preponderante en la vida de los individuos, es significativo el estado nutricional de la población. Esto se debe a varias causas: el aumento de la pobreza y marginalidad que han afectado los recursos de amplios sectores, la marcada desigualdad existente entre los sectores acomodados y los de bajos ingresos, también al estilo de vida actual que empuja al consumo de comidas envasadas o elaboradas industrialmente. Las dificultades económicas condicionan el tipo de alimentación, tanto debido a los costos de determinados alimentos o por la desinformación que no permite aprovechar los recursos de que se dispone. Las condiciones donde habitan los sectores de bajos ingresos muchas veces no les permiten realizar preparaciones más saludables, con lo cual optan por platos con mayor aporte calórico y mayor contenido graso, pero más fáciles de preparar y más económicos. Pero por otra parte, suele existir también un déficit nutricional en hogares de nivel socioeconómico alto, ya que muchas veces, si bien cuentan con mayores ingresos, disponen de menor tiempo y optan en algunos casos por comidas rápidas. Además, en general existen insuficientes o erróneos conocimientos sobre los nutrientes, sobre cómo conseguirlos e incorporarlos a la dieta diaria, sin tener en cuenta las necesidades reales del organismo. La información errónea proveniente de los medios masivos de comunicación, instrumentada tanto a través de programas de interés general como de publicidades, agrava la situación. No deben olvidarse tampoco las dificultades que aparecen a nivel social y familiar para asumir el compromiso con el bienestar propio y de los otros. A estos factores debemos sumarle la falta de políticas gubernamentales eficaces, tanto a nivel nacional, como provincial y municipal. Este trabajo se centra especialmente en adolescentes tempranos, escolarizados, entre 11 y 12 años, por considerar que constituyen una población de riesgo. La adolescencia es una etapa de la vida fundamental en la vida del individuo, en la que debe considerarse no sólo el crecimiento físico, sino también su desarrollo integral. Se pretende investigar los hábitos de consumo alimentario que presentan los alumnos de tres escuelas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de diferente extracción social, y se busca establecer la relación que existe entre el nivel socioeconómico de la población estudiada y el tipo de alimentación que realizan. Se seleccionó esta etapa debido a que en período son importantes los cambios en la distribución corporal y se hace muy marcada la diferencia entre ambos sexos. Los adolescentes comienzan a tener cierta independencia de sus padres, muchas veces esta conducta puede jugar en contra si no recibieron una educación alimentaria adecuada dentro de la familia, a edades tempranas. Por lo general, si esta población no consumió frutas y verduras durante su niñez, difícilmente comenzarán a hacerlo en esta etapa, en la que el adolescente confronta y se rebela para diferenciarse de su núcleo familiar. Por todas estas consideraciones, una alimentación adecuada tiene que ser balanceada y debe contener una variedad completa de alimentos para evitar la carencia de nutrientes específicos. Minerales como el calcio, hierro y zinc son de extrema importancia en esta etapa de la vida y, sin embargo, gran parte de los habitantes carece de estos nutrientes importantes para su salud. En la actualidad existe un desorden en la alimentación de muchos adolescentes, en parte por el estilo de vida que llevan y las actividades extra escolares que realizan, en algunos casos es marcado el sedentarismo y los malos hábitos de consumo con el consiguiente desarrollo de patologías crónicas a largo plazo, como son el sobrepeso y la obesidad. La pregunta que guía esta investigación es la siguiente: ¿Cómo influye el nivel socioeconómico de la población investigada en la calidad de su alimentación? Es importante realizar este tipo de investigaciones para conocer información real y actualizada acerca de la relación que existe entre el tipo de alimentación y el contexto socioeconómico en el que viven los adolescentes. El nivel socioeconómico difiere en cada uno de los colegios seleccionados, uno pertenece al ámbito privado, con alumnos provenientes de sectores altos con necesidades básicas satisfechas, hijos de profesionales, con empleos estables o permanentes, mientras que los otros establecimientos son del ámbito público, a uno de ellos concurren alumnos proveniente de sectores de clase media sus padres cuentan con empleos estables y sueldos básicos para subsistir y en el otro sus alumnos provienen de sectores carenciados, con necesidades básicas insatisfechas, sus padres están desocupados o subocupados, con empleos no estables o con subsidios que les otorga el Estado para subsistir. Queda fuera de esta investigación, por hallarse fuera del alcance de la misma, la motivación con la que cada familia elige determinados alimentos y otros no