Sistemas de cuidados para personas mayores dependientes
Abstract
La pandemia de COVID 19 está afectando a la región iberoamericana profundizando desigualdades preexistentes y generando raves crisis a nivel sanitario, social y económico. La cuestión no significa sólo una crisis sanitaria, más allá de ello, se trata de un hecho social que nos replantea nuevas formas de vida, cambios en el rol y dinámica de las instituciones, así como de las normas y valores. Porque la pandemia develó en Latinoamérica una realidad imposible de ocultar la intensa desigualdad. Una altaconcentración de la riqueza con su contracara más feroz, elevado número de habitantes sumidos en pobreza extrema, sin acceso a agua potable, con altos niveles de informalidad laboral, jóvenes con pocas oportunidades de acceso a trabajo y educación. Estas desigualdades también se reflejan de forma singular en cada una de las generaciones, donde las cohortes de edad avanzada constituyen un grupo de riesgo en las que el virus intensifica su letalidad. Justamente, es menester remarcar, que este riesgo epidemiológico se ve agravado, por la condición de sus vidas precarias, la desposesión1 y el avasallamiento de sus derechos fundamentales. En tal sentido, comprendemos que las personas mayores requieren un esfuerzo adicional para incorporarse a los sistemas sociales o de salud y se encuentran más propensos a la exclusión y la pobreza. En síntesis, la andemia ha visibilizado lo que el Papa Francisco ha llamado “la cultura del descarte” y pone en evidencia la soledad y el aislamiento a la que se ven expuestos los mayores: la falta de respeto y conocimiento de sus hábitos, preferencias y costumbres, la baja adecuación del sistema de salud para atender las enfermedades crónicas propias de la vejez, la escasa regulación y control de las residencias para mayores y otros dispositivos de cuidado, así como la escasez de recurso humano capacitado para comprender el proceso de envejecimiento normal y patológico. Es en este sentido que se vuelve crucial poder reflexionar respecto al lugar que ocuparon y ocupan las personas mayores en la sociedad reconociéndolos como sujetos de derecho. Varias veces hemos dicho que los derechos no se pierden con los años. El derecho a recibir una atención eficiente, oportuna y de calidad debe estar garantizado para todas las edades. Y este es el momento en el que no alcanza con hacer mejor lo que se venía haciendo. Habrá que reinventar modelos de atención progresiva basados en las comunidades, para que las personas mayores en situación de dependencia, puedan contar con alternativas a la internación, puedan envejecer en sus comunidades
y ser atendidas por profesionales cercanos y conocidos. También habrá que revisar los modelos de residencias para mayores, para que cuando está sea la opción requerida se pueda decidir tranquilos y confiados que los derechos serán respetados, con residencias centradas en derechos y de puertas bien abiertas para que superada la pandemia el afuera y el adentro sea sólo una línea imaginaria. Reflexionar al respecto de esta situación nos exige proponer un “pacto social por los cuidados en el que el Estado, el sector privado, las organizaciones sociales, las familias y las propias personas mayores asuman su cuota de responsabilidad, para que más allá de la pandemia, envejecer sea un logro de la humanidad y se haga realidad el derecho de todos y todas a acceder a un sistema de apoyos continuos, integrales y centrados en las personas.